El arte da sentido al mundo, es un espacio de revelación que nos permite ir más allá de la realidad inmediata. Es una actividad espiritual, un medio para transmitir la experiencia interior y para exponer su interpretación. Experiencia e interpretación que se dan en la práctica del arte y en el proceso de la creación como medios de conocimiento y de expresión.
Todos los planteamientos que defiende Olga Andrino (Ávila, 1959) ponen énfasis en el existir y exploran la identidad de la existencia y de la esencia, así como su complementariedad. Cercana a los postulados existencialistas de Jean-Paul Sartre y de M. Heidegger, la artista es claramente consciente de que existir es formar parte del mundo; de ahí que desafíe la correspondencia entre realidad y razón.
Una obra que valora la presencia y la ausencia, lo pleno y lo vacío, la representación y la alusión y, en definitiva, la vida y la muerte. Un diálogo bipolar entre lo que es conocido y lo desconocido, entre las certezas aparentes y las apariencias enigmáticas para crear esta condición ilusoria, que es lo que la artista quiere transmitir con su exploración de lo absoluto.
Mantiene una correlación de fuerzas que empieza con el dibujo y la pintura para seguir con la experimentación de la escultura, hasta la ocupación espacial de piezas en formato instalación que se desarrollan mediante un vocabulario rico en reflexiones.
Cualquiera de los medios utilizados resulta idóneo para transmitir el cúmulo de ideas que sacuden la mente y el corazón de la artista. Todo refleja la predisposición de Andrino por lo más cercano, aquello que siendo individual y personal deviene universal.